Estamos prontos a comenzar un nuevo Año Eclesiástico. Terminamos el anterior recordando a nuestros fallecidos, y reflexionando sobre el sentido de la muerte en nuestras vidas. Es un tema de primer orden, de hecho, el triunfo de Cristo sobre la Muerte es lo que nos convoca cada día domingo…
El paso entre el año viejo y el nuevo año, más que la relación entre final y un inicio, es un puente en un camino continuo que es la Vida en Cristo. El último domingo, nos llevamos flores amarillas, que representan la luz del Señor que brilla en nuestras vidas, por medio del resplandor de su resurrección; y flores rosadas, que simbolizan el amor de Dios hacia nosotros, que es infinito. Y juntas, muestran la amplitud de la esperanza que nos une, esperanza que es en el más allá y en el más acá. Así, terminamos evocando a la muerte, que nos hace mirar hacia la espera del día postrero; y seguimos, esperando al Señor que viene a nuestras vidas y al mundo, como nosotros mismos, en toda su Humanidad, para seguir caminando y acompañándonos en este peregrinar.
¡Feliz Tiempo de Adviento!