La comunidad Luterana el Redentor es una iglesia que es difícil de describir. Es como un cuadro con una técnica puntillista, en que, de lejos, puede verse una imagen general pero que al acercarse cada persona imprime un carácter y un color especial en ella.
A diferencia de otras iglesias, la Iglesia el Redentor, si bien, es históricamente conocida, no es una comunidad de la cual se tenga un gran conocimiento público, porque ésta, se caracteriza por desarrollar una vida comunitaria fuerte a nivel interno más que hacia el exterior.
Es así, como muchas personas pueden transitar a diario por la calle Lota en Providencia, ver la iglesia y a la vez no verla. Esto, puede que no sea un mero efecto visual, sino que también parte de vivir la fe luterana desde la íntima hospitalidad.
Esto, pareciera ser que para los tiempos actuales no siempre encaja con lo que se espera de un grupo, en un momento, en el cual la sociedad tiene la expectativa de que estemos siempre expuestos, que en todo opinemos, que todo lo publiquemos, y en dónde la opinión pública en muchas ocasiones tiene como juez al maniqueísmo que no da espacio ni tiempo para reflexionar en profundidad, porque debemos estar al servicio de la inmediatez.
En ese contexto, nuestra comunidad ha tomado un camino diferente, entendiendo que valorar estos espacios de intimidad permiten a cada una de sus hermanas y hermanos, mostrarse tal cual son, siendo este un espacio sano, seguro y diverso. En donde todos seremos bienvenidos e invitados a cuidarnos mutuamente, independiente de nuestra orientación sexual, género, etnia, opinión política, historia familiar y origen social, para que así podamos sentirnos cómodos y experimentar el encuentro con Dios en comunidad.
La vida en comunidad, cuando es diversa, implica necesariamente bajar las revoluciones, entender que al igual que la fe, es un regalo pero que requiere tiempo para vivirla, para sentirla, para encontrarse con lo diferente con el corazón abierto, y así para lograr ver otros puntos de visa y empatizar con personas que tendrán experiencias vitales diversas.
Y es en ese espacio que para muchos es invisible, en donde el tiempo tiene otra unidad de medida, en que los domingos la pastora Hanna Schramm o el Pastor Esteban Alfaro nos dirán que somos bienvenidos, que todo está preparado para recibir la Santa Cena que el Señor nos tiene preparada, nos reuniremos en ronda y todos comulgaremos.
Pedimos a Dios que nos de paciencia y cautela para poder paulatinamente volver a la Iglesia, mientras tanto nuestro tesoro invisible sigue intacto.