Entre las innumerables vivencias que marcaron mi infancia a partir de 1932, durante los siete años vividos en el Colegio Alemán de Los Leones, quiero describir mis recuerdos en torno a la construcción de nuestra querida iglesia El Redentor, por pensar que no somos muchas las personas que aún viven para contarlos: El Colegio y el terreno de Lota 2330 estaban separados sólo por una malla de alambre, la que luego encontramos el modo de traspasar una y otra vez. Así fuimos observando el avance de la construcción desde los cimientos de concreto, entre los que aun veíamos la tierra, luego las vigas que sostendrían el piso, las murallas que serían levantadas y finalmente el techo. Después, el estucado y la pintura de un color crema acogedor.
Y, una vez concluida la construcción, las hermosas pinturas en sepia del mismo Peter Horn quien tallo en madera el Cristo. En la pared del fondo, a ambos lados del arco del altar, las imágenes de los cuatro evangelistas; dos a cada lado, y en cada muro lateral, entre los pilares, un cuadro y texto bíblico. Además, otras pinturas más pequeñas.
(¡¡¡ Es de imaginar mi espanto cuando décadas más tarde un directorio decidió repintar todos los muros, cubriendo las pinturas, en un color “plomo buque de guerra”!!!). Y el hermoso trabajo de Peter Horn quedó en el olvido.
No así afortunadamente el Cristo, ojalá imperecedero. También a este Cristo, que domina la Iglesia, lo vi yacer en el piso, tolerando los últimos retoques de su autor antes de ser elevado a su actual sitial. (Otro impacto para una niña tan pequeña.)
Irmgard Krebs
(extracto de una recuerdo para los 130 años)