Irmgard Krebs

Irmgard Krebs

Irmgard Krebs Holtz nació 3 de febrero de 1925 en Viña del Mar. Comenzó su trayectoria laboral como aprendiz a secretaria hasta que fue gerente general de una empresa alemana, donde jubiló a los 67 años de edad.

Nací y crecí  en un ambiente familiar de padres, abuelos maternos y  tíos  cariñosos, que en todo momento fueron ejemplo, guía y apoyo  para nosotros.

A la edad de siete años, nos trasladamos con mis padres desde  Viña/Quilpué a Santiago, donde ingresé a la primera preparatoria del ”Colegio Alemán Los Leones”, en la calle Lota, fundado y de propiedad de la Sra. Hildegard Roesgen de Huber. Ahí cursé siete años, para luego continuar  mis estudios secundarios en el ”Colegio Alemán de Santiago” ubicado en aquel tiempo en la calle Almirante Barroso esquina de Santo Domingo, a la “Realschule”,  la rama alemana del colegio, es decir, con programas de estudio y exámenes validos en Alemania. Mis planes eran llegar a rendir el  “Abitur”  alemán y también el “Bachillerato”  con las opciones  de seguir estudios universitarios tanto en Chile como en Alemania.

Lamentablemente, no me fue posible cumplir mis planes y anhelos por las circunstancias de la época (Segunda Guerra Mundial) con todas  las repercusiones también en Chile, en especial para  las familias de origen alemán: “Listas Negras” con sus consiguientes problemas económicos, sociales y otros. Uno de ellos,  el cierre de la rama alemana del Colegio Alemán de Santiago y para mí la imposibilidad de trasladarme al Colegio Alemán de Valparaíso para rendir allá el Abitur.

Así que comencé a trabajar a los diecisiete años, sin una preparación previa. Nunca pude cumplir mis sueños, lo que me ha pesado durante toda mi vida, porque fui siempre buena alumna y muy estudiosa.

Entre las innumerables vivencias que marcaron mi infancia a partir de 1932, durante los siete años vividos en el Colegio Alemán de Los Leones de la Sra. Hildegard Roesgen de Huber, quiero describir mis recuerdos en torno a la construcción de nuestra querida iglesia El Redentor, por pensar que no somos muchas las personas que aun viven para contarlos: El Colegio y el terreno de Lota 2330 estaban separados sólo por una malla de alambre, la que luego encontramos el modo de traspasar una y otra vez. Así fuimos observando el avance de la construcción desde los cimientos de concreto, entre los que aun veíamos la tierra, luego las vigas que sostendrían el piso, las murallas que serían levantadas y finalmente  el techo. Después, el estucado y la pintura de un color crema acogedor.

Y, una vez concluída la construcción, las hermosas pinturas en sepia del mismo Peter Horn quien tallo en madera el Cristo. En la pared del fondo, a ambos lados del arco del altar, las imágenes de los cuatro evangelistas; dos a cada lado, y en cada muro lateral, entre los pilares, un cuadro y texto bíblico. Además, otras pinturas más pequeñas.

(¡¡¡ Es de imaginar mi espanto cuando décadas más tarde un directorio decidió repintar todos los muros, cubriendo las pinturas, en un color “plomo buque de guerra”!!!). Y el hermoso trabajo de Peter Horn quedó en el olvido.

No así afortunadamente el Cristo, ojalá imperecedero. También a este Cristo, que domina la Iglesia, lo vi yacer en el piso, tolerando los últimos retoques de su autor antes de ser elevado a su actual sitial. (Otro impacto para una niña tan pequeña.)

Inseparables son para nuestra y muchas generaciones la Comunidad El Redentor y nuestro querido y venerado Pastor Friedrich Karle, quien nunca debió perder el sitial que tuvo durante decenios en la historia de la Iglesia Luterana en Santiago y en Chile.

Y yo, en lo personal, no soy la excepción. Tuve la suerte de conocerlo en cuanto llegué a Santiago. El nos impartía las clases de Religión en el Colegio y más tarde las de Confirmación. Yo y mis hermanos menores fuimos bautizados en 1935 por él en la entonces ya inaugurada iglesia. Con mis amigas y amigos, compañeros de colegio y otras actividades fuimos confirmados por él en 1939. Cuando en 1945 nos unimos en matrimonio mi querido Adolf Junge Eskuche y yo, fue él quien nos bendijo. Y por último, bautizó a nuestros hijos mayores, Klaus y Ursula.

Ya fueron sus sucesores, pero siempre nuestra querida Iglesia El Redentor, que nos cobijó en nuestras grandes alegrías y también inmensos dolores: al pastor Schünemann le correspondió el bautizo y años más tarde, apoyarnos en la despedida para siempre de nuestra querida hijita Irmgard.

También nuestros hijos Klaus y Ursula fueron confirmados en la Iglesia.  Más tarde, cuando nuestros hijos ya estaban radicados en Alemania y nuestra hija Ursula decidió casarse, quiso recibir la bendición para su matrimonio con Christoph en su querida iglesia El Redentor, ceremonia realizada por el pastor Becker. Y, finalmente, en la dolorosa despedida de mi fiel compañero de toda una vida, el pastor Richard Wagner fue un gran apoyo para mí, junto a mi familia y la de mi marido, especialmente ya que mi hija no pudo viajar y mi hijo no alcanzó llegar a tiempo.

Momentos alegres, momentos felices, pero igualmente muy dolorosos que a lo largo de mi vida me unieron a “mi” Iglesia El Redentor”.

Recuerdo también nuestras presentaciones anuales del “Krippenspiel”, jamás igualado con aquel de entonces, bajo la dirección del señor Friedrich Huber. ¡Con qué orgullo participábamos como angelitos, otras veces como pastores! ¿Qué habrá sido de esos textos y libretos? Valdría la pena que quedaran registrados en la historia de nuestra Iglesia.-

Cuando nuestro Pastor Friedrich Karle se despidió de su comunidad para regresar a Alemania, su país natal, los muros de la iglesia no alcanzaron a contener a tantos y tanto fieles que no querían dejar de despedirse y expresarle por última vez su afecto y sus agradecimientos. Fueron momentos muy emotivos en que corrieron lágrimas, incluso de su propio rostro.

Tan profunda y desgarradora fue la despedida de su querido Chile y de su comunidad que su corazón no pudo resistir el dolor y dejó de latir durante el viaje en el barco que lo llevaría definitivamente a Alemania.